martes, 2 de noviembre de 2010

¡Sexo, drogas y Rock & Roll! (Nano día 2)

Bueno, porque en este ordenador aún no tengo instalado spotify, así que no ha habido rock & roll... ni sexo propiamente dicho... ni drogas, drogas... bueno, que ya he hecho mis palabras de hoy para el Nanowrimo. Me encanta esta escena y se nota que la he revisado miles de veces en mi mente, porque ha salido toda del tirón. Cuenta de palabras a día de hoy: 4.985, ¡oh, yeah! Empiezo a pensar que quizá pueda conseguirlo, lo malo va a ser cuando llegue a las partes que no tengo tan claras.

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De repente todas las voces se silenciaron y en el lugar al que todos habían estado mirando aparecieron una serie de figuras vestidas de negro que jamás había visto antes. Llevaban ropa demasiado gruesa para el clima del lugar, por lo que era bastante obvio que venían de un lugar mucho más al norte. Eran cuatro hombres adultos de rasgos duros y marcas extrañas pintadas en la cara y, entre ellos, lo que parecía ser un muchachito unos pocos años menor que él, cuyo rostro estaba tapado por un velo igual de negro que sus ropajes. No entendía nada y, ahora sí, estaba más asustado de lo que jamás había estado en su vida.

Los cuatro hombres pararon a unos pasos de donde estaba, pero la figura velada se acercó hasta él. Dane percibió un extraño aroma, que no logró identificar antes de que dejara de importarle. Una mano del color más blanco que jamás había visto salió de entre los pliegues de su túnica y le tocó la cara. Fue la caricia más tierna y suave que había recibido desde que era un niño. Uno de los hombres preguntó algo en un idioma que no conocía a lo que el muchacho contestó una palabra corta, pero dicha de manera que parecía una pequeña canción. Estaba hipnotizado, por eso no le extrañó lo más mínimo cuando, retirando su velo sólo lo suficiente para dejar a la vista sus labios, se acercó más a él y le besó. Su lengua saboreó lentamente sus labios despertando en él sensaciones con las que jamás había soñado. Entonces introdujo en su boca una especie de zumo fabricado con frutas que nunca antes había probado.

Se sentía flotando en una nube en la que solo existían ellos dos. El viento se volvía de muchos colores, algunos de los cuales no conocía, y no hubiera podido hablar aunque hubiese querido. Entre una extraña neblina vio como el muchacho se sentaba a horcajadas encima de él. “Qué extraño”, pensó, puesto que era lo único que podía hacer, “debe de ser ligero como una pluma, porque no siento nada”. Su cara velada estaba vuelta hacía él y podía jurar que sentía sus ojos clavándose en él en una mirada intensa de la que no podía escapar. Ahora incluso podía verlos a través del tupido velo, unos ojos que reflejaban el verde de los árboles en la profundidad de un bosque. Cada vez más esos ojos parecían ahondar en su interior, examinando cada rincón de su ser y llegando incluso hasta lo más profundo de su alma. Durante lo que pareció una eternidad sólo podía ver esos ojos verdes y el bosque reflejado en ellos. De pronto esos ojos se cerraron y todo terminó.

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