Hoy el título va sin exclamaciones porque el día de ayer fue un desastre. No conseguí las cinco páginas, pero ni de lejos. Al menos no fue un desastre total porque, al fin y al cabo, si que escribí algo, aunque fuera una página y tres líneas.
De hecho no hice ayer entrada porque tenía toda la intención de remontar por la noche, cosa que obviamente no hice. Todo empezó cuando me levanté con dolor de cabeza y entre eso, programas de la televisión que no debo ver (porque quitan un montón de tiempo, no por otra cosa) y visitas inesperadas, solo me puse a escribir un ratico por la mañana.
Hoy empieza la historia de verdad. Aunque hace un par de días tuve un pequeño bajón cuando me di cuenta de que a la historia le faltaba algo. Es horrible/increíble cuando estás muy segura de una historia y, de repente, te das cuenta de que le falta algo completamente esencial. Como una trama. O un antagonista. Creo que esto me ha pasado porque conozco demasiado bien a la protagonista y, sobre todo, porque sé más sobre lo que le pasa después de este libro, que en este que es el comienzo de todo. En cualquier caso, el problema está bastante encarrilado a solucionarse.
Y por no faltar a la tradición, dejo un fragmento.
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−¿Entonces hay tiendas aún más grandes? −Preguntó Sarah con los ojos abiertos como platos.
−Claro −le respondió con una sonrisa, aunque aún era incapaz de mirarle a la cara−. Todos los estudiantes van a los almacenes, allí tienen de todos.
−Anda, ¿y por qué no vas allí, entonces?
−No… los almacenes no venden a alumnos de nuestra escuela −dijo sonrojándose. Caminaron unos segundos en silencio en los que la chica no dejaba de jugar con los bordes del paquete que llevaba en las manos.
−Tú… eres nueva aquí, ¿verdad? −Sarah asintió−. ¿Cuál es tu escuela?
−De momento, ninguna. Mi amiga y yo hemos visto un montón de escuelas, pero ninguna nos convence −era a ella a quién no la convencían, pero eso era lo de menos−. Nos recomendaron algunas como Saint Michell o la escuela de Escarlata, pero…
−¿Puedes entrar en Michell o la Escarlata y no vas a hacerlo? −Tenía la boca tan abierta que podía ver perfectamente hasta la última de sus muelas blancas. Cuando vio que Sarah la miraba perpleja, apartó rápidamente la mirada. Tenía hasta las orejas rojas, pero Sarah sonrió. Aquella chica era adorable.
bueno, los imprevistos suelen pasar y siempre hay alguna distracción... ¡hoy a recuperar!
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